Siempre me ha hecho gracia la frase que da título a este escrito. No tanto por la cantidad de Nostradamus (enlazar la palabra Nostradamus a este genial título de 1993 me ha parecido una buena anécdota, sobre todo porque me resulta más que gracioso que haya un tremendo Shoot ‘em up con ese título), gamers-insiders-productores que se han regocijado pronunciándola durante años en todo tipo de redes y medios, sino más bien por lo paradójica que me resulta. «El futuro de los videojuegos» es una frase que trata de abarcar tanto espacio de tiempo y a la vez se queda tan y tan corta de miras, que no puedo más que sonreír al pensar en la cantidad de veces que la he leído o escuchado y he pensado: oh vaya, ahora si que si de verdad… (nótese la ironía en estas primeras líneas del nuevo redactor de este medio).
Así, con todos esos anuncios rimbombantes en conferencias y showcases de turno que nos hablaban de nuevos cambios de paradigma y estándares que no éramos ni capaces de soñar, se creaba una narrativa adyacente a nuestra devoción por este hobby (trabajo, pasión, razón de existencia) que nos inculcaba la idea de que siempre estábamos avanzando hacía una dirección ascendente hacía ese magnífico futuro.
Más polígonos, más bits, más teraflops, gráficos hiper realistas, mundos con límites más extensos de que lo que personas como un servidor han llegado en su vida…en definitiva, cada vez más y por supuesto mejor.
De hecho, y haciéndome un flaco favor a niveles de SEO, si buscamos la frase en Google nos saldrán cantidad de entradas de distintos portales y fechas. Y no es para menos, porque elucubrar sobre el devenir de los videojuegos es algo que siempre atrae y fascina. En otras palabras, nos excita.
Pues bien, si me lo permitís, aquí en la primera entrada que realizó en VidaoPantalla traigo mi pronóstico, mi granito de arena a las dunas y dunas de información y estímulos que nos llegan para que sigamos emocionados en este tren dirección única: el futuro de los videojuegos no existe.
Los videojuegos en el «tardo-post-capitalismo»
Dejando al margen la pedantería de subtítulo al párrafo que me acabo de marcar, no es alocado advertir que la industria del videojuego cumple con similares características y funciones de algunas otras ramas del entretenimiento, como lo son el cine, la música o las redes sociales. No solo nos «entretienen», sino que también nos abrazan y ofrecen cobijo ante una realidad que puede generar desconsuelo, unas expectativas vitales que no se cumplen y un futuro incierto del que no sabemos que esperar (¿el verdadero futuro de los videojuegos?).
De sobras es conocido ya que la maquinaria de los jueguitos mueve millones y millones de dineros. No entraremos ahora a hablar de despidos, de las deslocalizaciones productivas o de los márgenes que se acotan por y para las empresas, pero si del usuario/consumidor. Y enfocándome a lo muy micro, del consumidor que más me importa, o sea yo.
No es que mi carta de presentación sea una declaración profesa de mi egocentrismo y que solo mire hacia mi ombligo, es que siento que ese yo individualizado es el primero que ha de transformarse para adaptarse a estos virajes abruptos que da el medio.
Pongo en situación: dos de Abril de 2025, Nintendo Direct, presentación Nintendo Switch 2. Todos los ojos puestos en la pantalla para conocer los detalles de la nueva máquina de la gran N. Emoción, nervios, gritos, memes… El fin de una larga espera…
Más polígonos.
Más bits.
Gráficos ¿más realistas?
Mundos más extensos de los que un servidor ha llegado con su kart en su vida.
En definitiva más, y mejor.
Y también más caro.
El principio del final, o el final del principio
Justo, semanas después, y habiendo conocido con el paso de los días que tanto Sony como Xbox se sumaban a la palestra de la subida de precios en distintos artículos de hardware y software, al redactor presente, previa petición de colaboración, se le permite escribir y volver al mundo de la prensa de los videojuegos. Justo en el momento más negro que recuerdo del sector, me da por volver a escribir. Y justo es el momento en el que me siento más preparado para ello.
Porque si bien, a la semana de ver el Direct, estaba planificando el plan para robar en cualquier banco del estado aprovechando alguna situación de descuido o apagón masivo «accidental» y poder hacerme con la nueva consola de Nintendo con Mario Kart World y Donkey Kong Bananza en formato físico, ahora que he bajado las cositas a tierra, estoy mucho más tranquilo.
Y estoy tranquilo porque me he dado cuenta de que esa necesidad imperiosa no parte de una necesidad real. Me he recordado que me quedan muchos títulos por disfrutar en la primera Switch y que precisamente es eso lo que necesito: disfrutar. Volver a sentir que jugar a videojuegos es una alegría, es un momento de gozo para mí. Esto es lo que quiero, alejarme de la rueda consumista que me obliga a jugar a lo último de lo último por FOMO.
Descubrir, relajarme con propuestas indies, acercarme a nuevas sagas que no he conocido aún. Y escribir sobre todo ello. Con mis espacios, con mis tiempos, sabiendo que no hay una deadline a la que he de llegar por embargos. Escribir por el placer de hacerlo sobre uno de los pilares que cimientan mi personalidad.
Así que, final y principio. Brindo por «mi» futuro de los videojuegos. De hecho, voy a comprarme una PS4 de segunda mano, usada y ojalá sudada. Y voy a pasar horas consiguiendo los trofeos, platinar algunos títulos y sentirme bien. Hoy me siento mucho más tranquilo.