Hay veces en las que te apetece jugar a algo distendido, sin tener que estar tan presente en la narrativa o más enfocado en la jugabilidad. Son momentos en los que personalmente busco títulos que me distraigan y diviertan, a poder ser, para evadirme de temáticas más enrevesadas o porque simplemente no me apetece pensar. Cuando vi anunciado Deliver At All Costs pensé que ese sería uno de esos juegos que se adaptaría a la perfección a esas características y me lancé a por él en su salida. ¿El resultado? Bueno, diría que cumple a la perfección con esos propósitos, pero quizás no llega a mucho más… deja que te explique.
Deliver At All Costs se nos presenta como una propuesta irreverente y que trata de desmarcarse de la inabarcable cantidad de lanzamientos semanales, fusionando elementos de conducción arcade, con una premisa que nos recuerda a títulos como Crazy Taxi: convertirse en un repartidor que no se detenga ante nada para completar sus entregas. Con una estética inspirada en la época de los años 50 y 60, el juego mezcla una atmósfera retro con mucho humor y descaro, creando una obra llena de momentos absurdos e inexplicables.
Deliver At All Costs, primera entrega de Far Out Games Studio
Está claro que el estudio sueco ha intentado traernos toda una propuesta con mucho humor y esa esencia retro. En este caso me refiero más por cómo han llevado a la práctica las ideas del juego: desde una vista isométrica que nos recuerda a las primeras entregas de la saga GTA, hasta los tonos ocres y la luz de L.A.Noire. La realidad es que el conjunto nos ofrece una paleta de colores y un diseño artístico que llama la atención en un primer vistazo, pero al que se le ven las costuras cuando nos acercamos a observar el modelado de los personajes, sus expresiones o los movimientos de los npcs en la calle.
Por supuesto, nada dramático, pero si que contrasta con la imagen general que se nos presenta en la que los escenarios, que son totalmente destructibles, plasman a la perfección la variedad de los biomas y terrenos que encontramos en la ciudad ficticia de Santa Mónica. Una ciudad que retrata una suerte de ciudad americana de la época, en plena guerra fría y en un marco laboral en el que cualquiera se puede reinventar.
Es el caso de nuestro protagonista Winston Green, un mensajero con un pasado turbio que desconocemos en un principio y un temperamento algo explosivo. No es el típico malote de película, sino más bien un ingeniero que por motivos de la trama principal, ya no puede trabajar para lo que se ha formado, y se encuentra sobre cualificado en la búsqueda de un empleo que le ayude a pagar las facturas.
El trabajo lo acaba encontrando de chiripa en la empresa We Deliver, y desde el primer día de empleo, Winston se verá obligado a cumplir con las entregas de la empresa en una progresión de capítulos que poco a poco nos harán avanzar en la narrativa y añadirán mecánicas cada vez más locas a la conducción.
Estas misiones en forma de entregas resultan ser muy variadas, y nos propondrán situaciones llenas de comicidad. Desde transportar un marlín gigante (una especie de pez-tiburón) que se agita constantemente y al que hemos de estar alimentando cada dos por tres, hasta sobrevivir a la erupción de un volcán mientras intentamos conducir sin ser aplastados. Cada episodio riza el rizo de lo extravagante, y no solo en lo estético.
Estos trabajos acaban siendo desafíos que requieren que nos adaptemos a las físicas del juego. Por ejemplo, al transportar melones sueltos (otro ejemplo de misión), hemos de evitar que se caigan mientras conducimos, y eso nos lleva a adaptarnos a la velocidad y a los posibles baches de la carretera. Nuestros fallos serán contabilizados, y eso nos permitirá tener un registro de nuestros tiempos de cada capítulo, para picarnos si queremos mejorar.
Nuestro amigo fiel Deliver
La camioneta será nuestro vehículo principal, aunque no el único que podamos conducir, ya que llegado el momento podremos subirnos a otros coches aparcados en la calle. Si bien parece una mecánica que debería aportar variedad al sistema de conducción, mi sensación es que todos los coches se comportan del mismo modo (a excepción de dos o tres vehículos muy especiales). A su vez, considero que son pocos los automóviles que llegamos a encontrar en las calles y es que el juego peca de presentarnos demasiados espacios en los que falta población y actividad.
Algo que si podremos hacer durante nuestros trayectos es bajarnos del coche y dirigirnos con libertad por los barrios que atravesamos para así encontrarnos con alguna misión secundaria, cajas que contienen dinero, y piezas de reparación. Las primeras aportarán pequeñas dosis de variedad en el juego, fuera de tanta formalidad de entregas, mientras que los otros dos nos servirán para implementar mejoras en nuestro coche de trabajo.
Estas pueden ser estéticas, siguiendo la línea de humor de la obra, como totalmente necesarias para seguir transportando mercancías, pero una vez más, aviso: no estamos delante de un juego como lo sería SnowRunner, el título del estudio sueco es totalmente arcade, y la profundidad de estos elementos de personalización acaba siendo escasa. Aquí el propósito es divertir con las entregas, y en eso se centran.
Y hablando de escasez, escasa es la visibilidad de las rutas que nos ofrece Deliver At All Costs cuando conducimos. Puede ser que mi ojo ya esté cansado y demasiado acostumbrado a cámaras que pueden rotar libremente, sobre todo en juegos de conducción, pero si hay algo que detesto es no poder tener un mapa que constantemente me indique por dónde he de ir. Si bien es cierto que durante las entregas una flecha en el suelo nos señalizará frecuentemente el camino, el no contar con una visión global de la ubicación del objetivo, es algo que en lo personal me ha llegado a frustrar mucho.
Todo se trata de perspectivas
La vista isométrica nos deja adoptar dos posiciones, pero son demasiadas las veces en las que de repente nos encontramos una curva inesperada o debemos rectificar nuestro trayecto porque no hemos tenido las herramientas para tomar el cambio de vía con antelación.
Algunos bugs, textos que no terminan de estar bien traducidos, o comportamientos de los ciudadanos que no tienen mucho sentido, acaban por dar al título una imagen de no estar pulido del todo, de que si bien la propuesta es original y muchas veces divierte, se podría haber trabajado en incluir más contenido en las ciudades, apostar por correcciones en la IA y suavizar los modelados de los personajes para sentirlos acorde a la genial perspectiva estética general de la obra.
Y es que en si bien he hablado antes del fuerte carácter de nuestro protagonista (sin querer hacer spoilers), lo cierto es que durante el desarrollo del título sentiremos como Winston se vuelve cada vez más oscuro y confundido a causa de su pasado. Será a partir de aquí cuando los mismos escenarios acompañarán ese proceso, y nos encontraremos con una gama algo más gris y unas misiones un tanto más peliagudas. El acompañamiento artístico conduce acertadamente las decisiones de guion, y cierran el apartado de diseño con un notable alto.
Conclusiones
+¡ diversión distendida en unas 8 horas y con variedad de situaciones que seguro te sacan más de una sonrisa. Y eso para mí es lo mejor de la obra, esa capacidad de ayudarte a desconectar y no pensar demasiado, pasarlo bien y seguir jugando.
Aún así, siento que la obra publicada por KONAMI podría ser mucho más. Llega un momento en el que centrar todo el foco jugable de la obra en una sola mecánica, me ha resultado un tanto aburrido, y ni las misiones secundarias ni los pequeños arreglos que puedes realizarle a la camioneta, aportan variedad suficiente como para hacer trascender más allá de título disfrutable a esta opera prima de Far Out Games Studio.
Ahora bien, tal y como he dicho al principio, hay ocasiones en las que solo buscamos eso, pasarlo bien jugando a los videojuegos y no complicarnos con historias enrevesadas o temáticas inabarcables. En estos caso, y siempre y cuando encuentres el título a buen precio, Deliver At All Costs resulta una obra recomendable que por supuesto te llevará a evadirte del mundo unas horitas.