
Ninja Gaiden Ragebound es un plataformas increíble. Y si, se de sobras que la última de las entregas en dos dimensiones de la saga Ninja Gaiden no es un plataformas al uso, pero es que mantengo que la gente de The Game Kitchen, conocidos por traernos una de las mejores sagas de videojuegos con denominación de origen: España (los sobresalientes Blasphemous para a quién le pille de nuevas), han decidido alejarse totalmente de lo que nos tenían acostumbrados y se han propuesto revitalizar la franquicia con una apuesta frenética y llena de movimiento.
Lejos queda la sensación de lentitud del penitente de la primera entrega de Blasphemous; en Ninja Gaiden Ragebound encarnamos a un ninja del clan Hayabusa, y eso significa que la agilidad y la velocidad de reflejos van a ser nuestras mejores armas. Y es por eso también que he tenido la sensación durante toda la aventura de estar disfrutando de un arcade plataformero que me ha llevado al límite mis tendones flexores de la mano.
Ninja Gaiden Ragebound tiene unos pretextos prácticos y sencillos
La obra del estudio original de Sevilla empieza a darnos acción desde los primeros compases. Tras una breve introducción que nos permite familiarizarnos con las mecánicas de juego, tomaremos el testigo de lo que acontece en el prólogo controlando a Kenji, un ninja que está siendo instruido por el legendario Ryu Hayabusa, el protagonista más conocido de la serie. Poco tiempo vamos a compartir con nuestro experimentado maestro Hayabusa, puesto que una serie de sucesos nos van a llevar a, por un lado, separar nuestros caminos con Ryu, que ha de afrontar su propia misión viajando a Estados Unidos, y por el otro, tener que enfrentarnos a un repentino ataque de los demonios enviados por el Señor de los Demonios.
Con este recurso argumental, The Game Kitchen establece un pretexto narrativo con el que poder crear una historia que sucede paralelamente a lo acontecido a la trilogía original, sin tener que alterar nada y pudiendo diseñar un título que no solo nos sitúa en la misma línea temporal, sino que además sigue la estela de las producciones de los clásicos de NES. Y no solo en cuanto a jugabilidad se refiere, si no que el juego se siente cómo un gran homenaje a la franquicia con su estética y la paleta de colores de los escenarios, y sobre todo en las cinemáticas entre capítulos que están hechas con un mimo pixel-art inconmensurable.

Ninja Gaiden Ragebound supura nostalgia por muchos de sus poros pero sin dejar de lado su voluntad de querer ofrecer innovaciones jugables, y lo cierto es que es un videojuego que no deja de sorprendernos con la diversificación de las situaciones y la implementación de las mecánicas. ¿Y cómo consigue eso? Pues, entre otras cosas, con la presentación de la co-protagonista de la historia, la ninja Kumori del clan Araña.
Así, Kenji y Kumori deberán juntar fuerzas a regañadientes (recordemos que son clanes ferozmente enfrentados) para combatir la amenaza del Señor de los Demonios y aplacar a todos los seres malignos que salgan a su paso. Y lo de juntar fuerzas es literal porque llegados a un momento límite de la trama, los dos ninjas deben tomar la decisión de unir sus cuerpos y energías para poder sobrevivir.
La senda del ninja y la búsqueda de la paz
Sin destripar más de la historia, la elección será el punto de inflexión que cambiará por completo la forma en que jugamos, y es que con la suma de los dos personajes vamos a poder contar con un abanico mucho más amplio de ataques y defensas, y con la posibilidad de enfrentarnos a nuestros enemigos desde las distancias cortas cómo desde la lejanía. Aquí nos encontramos con el segundo gran acierto del estudio español: desarrollar el juego a partir de este núcleo jugable, aprovechando la combinación de las distintas mecánicas de movimiento para generar situaciones en las que deberemos usar todos nuestros recursos para salir ilesos.
Esto se traduce en qué habrá momentos en los que deberemos usar las armas arrojadizas para liberarnos de enemigos que obstaculizan nuestro paso, cómo activar palancas o incluso despejar otros proyectiles que vengan hacía nosotros. También, en que en determinados segmentos activaremos mecanismos que van a permitirnos controlar a nuestra ninja del clan Araña, que posee la capacidad de desplazarse entre las sombras mediante el uso de sus ataques.

Pero por encima de todo, la parte en que mejor se implementa esta dualidad de acciones con las que contamos es a la hora de realizar los ataques de hiper carga que podremos realizar según el enemigo al que eliminemos. Para ser más claros: Kenji recarga su ki con la energía azul, y Kumori con la energía rosa, y durante los enfrentamientos aparecerán objetivos, rodeados por cualquiera de esas dos auras, a los que podremos derrotar según la técnica requerida para rellenar nuestro ataque especial. Este ataque será capaz de derrotar a todos los demonios menores de un solo tajo, y en los enfrentamientos contra los jefes de zona, a parte de restarles más vida, los va a aturdir compensándonos con una ventana de ataque a nuestro antojo.
El frenetismo justo que necesita un plataformas
Si he empezado el análisis diciendo que Ninja Gaiden Ragebound es un genial plataformas, obviamente no es solo por todo lo que hemos comentado hasta el momento. Hasta ahora nos hemos centrado más en las mecánicas de ataque y movimiento, pero hemos dejado una por comentar que es la que realmente me hace pensar que los desarrolladores de The Game Kitchen han puesto la carne en el asador para trabajar enormemente la movilidad: el salto con rueda que sirve de ataque, de «parry» y de prolongación a la distancia a la que podemos llegar.
Si en títulos cómo Hollow Knight (Team Cherry, 2017) el uso del aguijón sobre suelos punzantes o enemigos nos permitía rebotar para seguir avanzando y acceder a zonas elevadas, en este nuevo Ninja Gaiden el salto con rueda de ataque nos va a conceder todo eso y además un plus de agilidad y proyección del frenetismo al combinarlo con la estrategia que tomemos en los enfrentamientos para obtener esas recargas de ki en enemigos estratégicamente ubicados.

Ninja Gaiden Ragebound te indica claramente cuales son los pasos que deberías seguir en pantalla para sortear las adversidades, y cómo si de un rompecabezas se tratara, nos dará las piezas necesarias en cada momento para ser letales. Por ejemplo, nos podemos encontrar con un demonio grandullón que nos frena el paso, y justo a un salto y un rebote de nuestro salto de ataque, un enemigo que puede ser derrotado fácilmente y que va a darnos hiper carga para destruirlo. Con esto, The Game Kitchen consigue generarnos la necesidad de que debamos leer rápidamente nuestro entorno y responder de manera acorde con nuestro personaje.
Aviso: no es necesario controlar todos estos mecanismos a la perfección para completar la aventura, pero si queremos conseguir todos los coleccionables, las misiones secretas, y los mayores rangos, tenemos que aprender mucho, concentrarnos al máximo y aspirar a seguir la estela del gran Ryu Hayabusa. Y si lo conseguimos, nos sentiremos como un ninja letal que se mueve a una velocidad vertiginosa, que ataca desde todos los flancos y que es capaz de enfrentarse a cualquier enemigo.

Con todo, Ninja Gaiden Ragebound es un excelente juego arcade con plataformas, una carta de amor a los títulos de antaño con la accesibilidad necesaria para ser disfrutado por un amplio abanico de jugadores. Es un viaje frenético, que requerirá reflejos, y que te va a compensar con una respuesta muy satisfactoria. A los mandos te sientes uno, la música es un espectáculo, y el diseño pixel es precioso. Parece ser que la versión de Nintendo Switch deja algo desear con su pulido, pero en las demás plataformas es una obra muy fluida y altamente disfrutable, sin duda uno de los grandes lanzamientos del 2025, y no exagero. Gracias por tu tiempo.
