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Fading Afternoon no es un Yakuza pixel-art en dos dimensiones. Pongo por delante esta afirmación antes que nada, porqué siento que es una resolución muy reduccionista que se ha realizado por parte de algunos creadores de contenido. Se dice el pecado pero no el pecador, y se por seguro que en mi trayecto habido y por haber habré errado más de una vez al afirmar ciertas características en un videojuego, pero es que esta vez me siento algo dolido.

Porque si bien es cierto que nos encontramos delante de un título que claramente toma la estética y contexto de muchas ciudades niponas a finales de los noventa, que tenemos como protagonista a un Yakuza recién salido de la cárcel, y que se nos brinda cierta libertad de acción, la obra del programador ruso Yeo apuesta más por el ritmo pausado y meditativo que por la acción directa e irreverente de la saga de Ryu Ga Gotoku.

Y para mi esto es un componente tan diferencial como que acaba convirtiéndose en el pilar de la experiencia de Fading Afternoon. Pero, antes que nada, pongamos contexto: el título que analizo es el Fading Afternoon Uncensored de Nintendo Switch, versión sin cortes del título que ya apareció en 2023 para Windows, y que en este caso celebra su salida en formato físico de la mano de Tesura Games.

En Fading Afternoon encarnamos a Seiji Maruyama, y empezamos la aventura coincidiendo con nuestra liberación de prisión después de estar encerrados por motivos que desconocemos, pero que poco a poco iremos descubriendo a medida que ahondemos en nuestro pasado mediante conversaciones con todo tipo de personajes y a partir de los flashbacks que se suceden a modo de experiencias oníricas que nos atormentan.

Fading Afternoon nos invita a jugar con calma

Maruyama-san forma parte de un clan criminal que, a partir de su arresto, se ha resentido drásticamente en lo que respecta al control territorial de la ciudad. Esta, está dividida en distintas áreas, y ha sido asediada por nuevos y antiguos clanes que siguen compitiendo por obtener todo el poder. Nuestro protagonista ha aparecido en el momento oportuno, y lo cierto es que no tardaremos en darnos cuenta que tenemos mucho trabajo por delante.

Enseguida entenderemos que hay un problema que opaca los otros: además de su edad y la complicada situación del clan, Seiji está enfermo (algo que podremos ver en nuestra primera noche fuera de la cárcel), y aunque en un principio no sepamos muy bien qué es lo que pasa, hay una extraña sensación en el juego de que el tiempo apremia y que debemos gestionarlo de la mejor manera posible para desvelar todas las incógnitas que esconde la trama.

El caso es que tras unas escuetas conversaciones introductorias con otros miembros Yakuza y el jefe del clan, se nos cederá el control total del personaje y a partir de ese momento tendremos la libertad para movernos por las calles de la ciudad e ir descifrando los siguientes pasos a dar.

Fading Afternoon no nos ayudará mucho en ese sentido, y eso es porque el bueno de Yeo no tiene intención de que sea una experiencia guiada al uso. Este título nos va a invitar a que exploremos, volvamos sobre nuestros pasos, probemos botones, mecánicas, las combinemos, y también que paremos de repente toda acción para solo estar, para vivir el momento y contemplar el conjunto de los pixeles que conforman a nuestro personaje mientras fuma, se agacha, se toma una cerveza o simplemente se estira en una cama mirando el techo.

De Yakuzas pensantes va la cosa

Es como si el autor hubiera querido dar la misma importancia a las pequeñas acciones que a veces consideramos nimias que a los combates que se suceden o a las líneas de diálogo. Y no es de extrañar viendo la trayectoria del desarrollador; en The friends of Ringo Ishikawa, quizás el juego más conocido suyo y que a la vez tiene más paralelismos con Fading Afternoon, ya somos capaces de ver cómo la violencia se desarrolla a nuestro alrededor y nosotros no somos el héroe clásico o el salvador de la aventura. Solo un ser ficticio que vive entre esos píxeles.

El punto está en pararnos a observar el mundo, imaginar las historias que se desarrollan mientras nos fumamos un cigarro en el balcón y entender que no es solo por estética, se trata de vivir, de pasar el tiempo, y de dar una libertad «real» al jugador, más allá de cumplir misiones en el orden que este quiera.

La capacidad de tomar decisiones autónomas es tangible, al igual que lo son las consecuencias, ya sean inmediatas o a largo plazo, y que se acaban dando por las acciones que tomemos (por ejemplo, si nos pasamos bebiendo en el bar, al salir puede que caigamos inconscientes y despertemos en un banco). Esto mismo igual que los trayectos en metro, o el robar una bicicleta, nos da el aspecto de un protagonista melancólico, con carácter, que no se anda con rodeos. Y eso queda patente también a la hora de defenderse y liarse a trompazos.

La estética y la calma a favor de la narrativa

No, una vez más Fading Afternoon no es un Yakuza, ni busca serlo. Tenemos un sistema beat´m up con oleadas de enemigos que se suceden en puntos claves del mapa. Esquivaremos, podremos hacer llaves, robar las armas de las manos de los enemigos y disparar o cortar pechos con katanas, pero aquí hay supervivencia más que frenetismo desbocado; tendremos que ir con cuidado con los objetos arrojadizos o las armas cuerpo a cuerpo porque si nos descuidamos acabaremos en seguida en la sala del hospital.

Apretando pausa podremos buscar combos y acciones en los menús del juego que de otra manera no sabríamos realizar. Si bien es cierto que el título nos introduce al combate con unas pequeñas pautas, no es que nos dé (como en muchos otros aspectos) facilidades a la hora de dominar el sistema de combate. Y con todo, se me ha hecho entretenido, algo desafiante y visualmente muy llamativo. Puede que si el juego durase por encima de las cinco o seis horas, las mecánicas resultarían repetitivas y nos aborrecería entrar en los escenarios en guerra, pero al ser un título acotado (hablamos de unas tres horas) personalmente no he sentido que el juego se haya hecho pesado.

Entonces, ¿por qué me siento dolido? Está claro que a la hora de comunicar o de tratar de hacer entender nuestro mensaje de la mejor manera posible, buscamos símiles o ejemplos que lleguen de forma concisa y simple al lector, oyente o espectador. No es algo malo, ni mucho menos, tener herramientas con las que comunicar, y favorece a la industria y al medio (a cualquiera de ellos) que más y más gente tengan los métodos y un amplio conocimiento de las palabras para definir y generar un texto o mensaje que se comprenda en todas su aristas. El problema, al menos para mí, es que al hacer esto muchas veces obviamos las características o diferencias que rodean a la obra, y las clasificamos según unos conceptos que aunque se les acerquen, pueden que den una falsa imagen o una perspectiva equívoca y alejada de lo que el autor ha llegado a pretender.

Pero, como somos espejos que no paramos de reflejar nuestros miedos y temores, lo que me duele es sentir que a veces no le damos el suficiente espacio o el tiempo para conocer qué hay detrás de estas obras. En Fading Afternoon el protagonista no fuma por hacerse el chulo, fuma porque el autor recuerda así a su familia, y esas animaciones son imágenes de recuerdos que ha querido plasmar. O el mismo concepto de lo que significa la libertad, que para unas personas es algo tan preciado e inaccesible y para otras es un tema en el que no paran a pensar. Tomarse una copa, jugar a beisbol, bañarse en los baños públicos… pueden parecer mecánicas sin fundamento, pero hablan de lo que significa para Yeo crear un personaje vivo que vive en un mundo en el que puede tomar decisiones y disfrutar de ellas.

Fading Afternoon no es más que esto, y con todo, esto es mucho. Porque jugar a un videojuego no debería ser solo completar un título, ni tener que vivir una gran historia o que nos lleve a consumir miles de horas en un competitivo. Puede ser eso y también puede ser muchas cosas más; tomarse un respiro meditando en Wukong, pescar en Final Fantasy XV, sentarse en un banco mientras miras la lluvia en Hollow Knight, o disfrutar de ese cigarro en la barandilla de un balcón de motel observando a la gente pasar en el título de Yeo disfrutando de la banda sonora que me ha resultado fascinante. Y si te tomas ese tiempo, si lo tienes y se lo puedes dedicar, te encontrarás una experiencia única, cómo lo son los títulos del autor ruso.

Este análisis fue realizado gracias a un código proporcionado por Tesura Games.


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