
Un mes. Ese es el tiempo que llevamos con Nintendo Switch 2, un periodo que comenzó con una presentación llena de luces y sombras y que ha servido para confirmar algunas sospechas y disipar otras. Tras un uso intensivo, es hora de hacer balance de este agridulce primer mes de vida.
Si soy sincero, mi primera impresión cuando la consola se reveló al mundo no fue precisamente positiva. El catálogo de lanzamiento parecía escaso de exclusivas potentes, con un exceso de títulos ya disponibles desde hacía tiempo en otras plataformas. A esto se sumó un aumento considerable en el precio tanto de la consola como de sus juegos, junto a la controvertida decisión de vender como producto aparte lo que en esencia era una demo técnica. Fue una serie de decisiones que me dejaron algo descontento, pero la pasión por Nintendo y por el sector pudo más y la acabé adquiriendo.
Pasado el malestar inicial, he de admitir que el precio de la consola no me parece un problema, considerando lo que ofrece y los estándares actuales del mercado. Sin embargo, sí encuentro preocupante el precio de los juegos si el de Mario Kart World va a ser el nuevo estándar. La situación se vuelve más desconcertante al recordar las declaraciones del presidente de Nintendo hace apenas una semana, donde afirmaba que su intención era abaratar los costes de desarrollo. La contradicción es, como mínimo, llamativa.
Un salto de calidad con sombras familiares
Centrándonos en los aspectos puramente técnicos, la consola es un paso adelante. Su aspecto y materiales transmiten una sensación más premium frente al modelo original; ya no se siente tanto como un juguete en las manos. La interfaz, aunque familiar, funciona con una fluidez notablemente superior y, por fin, la eShop opera en condiciones óptimas. Más que un logro, esto último se siente como la corrección de una deuda pendiente, pues el rendimiento de la tienda en la primera Switch era, sencillamente, pésimo.
No todo es perfecto. Un punto negativo que está afectando a muchos usuarios, incluyéndome, es un cierto sobrecalentamiento de la consola en modo dock, un problema que esperamos se solucione mediante una futura actualización de software. Por otro lado, la falta de novedades en la interfaz provoca que la sensación de tener un nuevo hardware se desvanezca rápidamente. Confío en que añadan mejoras, aunque la historia de la Switch original, con apenas cambios en toda su vida útil, me invita al escepticismo. Por último, preocupa la ausencia de funciones anunciadas, como el modo ratón ¿Recordáis el HD Rumble? Una tecnología similar a la vibración háptica que apenas fue aprovechada más allá de un par de títulos. El temor a que se repita la historia está ahí.
El catálogo de lanzamiento puesto a prueba
Analizando la experiencia de juego de este mes, me lo he pasado bien con Mario Kart World, pero no se siente como el gran buque insignia que debería ser. A pesar de ser el juego más caro de la compañía hasta la fecha, su atractivo reside en ser un título atemporal, ese que siempre tendrás instalado para jugar con amigos. Como experiencia para un solo jugador, una vez completadas las copas principales, no queda mucho más. El añadido del mapa abierto, de momento, se siente como una idea a medio gas, carente de misiones de interés o de la posibilidad de iniciar las carreras directamente desde su ubicación en el mapa. Además, aunque las carreras son más largas, porque nos llevan de una pista a otra, son divertidas, se echa en falta un modo clásico por vueltas.

Más allá de su gran exclusivo, el resto del catálogo inicial se nutre de títulos que, como decía, llevaban tiempo en otras plataformas, limitando su atractivo a un nicho de jugadores que no tuvieran acceso previo a ellos. Incluso las mejoras para The Legend of Zelda: Breath of the Wild y Tears of the Kingdom no aportan mucho valor si ya los jugaste. En mi caso, estoy rejugando Tears of the Kingdom porque no lo terminé en su momento, y si bien se agradecen los 60 fotogramas por segundo y la mayor nitidez, las novedades terminan ahí.
Si la intención de Nintendo es anunciar sus juegos con menor antelación, me parece una estrategia válida. No obstante, el lanzamiento de una nueva consola debería haber estado arropado por una hoja de ruta a más largo plazo para generar ilusión. Faltan no solo juegos de la propia Nintendo, sino también un apoyo inicial más fuerte por parte de las third parties. Es un secreto a voces que los kits de desarrollo de Switch 2 llegaron tarde a muchos estudios y aunque es posible que un Direct inminente solucione esto, la sensación de vacío inicial es innegable. En el horizonte tenemos un prometedor Donkey Kong Bananza y un Kirby Riders para 2026, mientras que Pokémon Z-A y el nuevo Metroid actuarán como títulos intergeneracionales. Es una hoja de ruta inicial que, a priori, se siente algo pobre.
Mirando a futuro: hoja de ruta y la incógnita de la potencia
Mirando a largo plazo, me surge un temor: que Switch 2 nazca ya limitada en potencia. Sé que es pronto para afirmarlo, pero es una consola que llega al mercado con un rendimiento inferior al de las consolas de sobremesa lanzadas en 2020. Es cierto que el público de Nintendo no suele priorizar la potencia gráfica, pues la compañía siempre ha brillado por su dirección artística y sus innovaciones jugables. Sin embargo, que medios especializados ya reporten ciertas caídas de rendimiento en demos de Donkey Kong no ayuda a calmar las aguas. Con la Switch original, el apoyo de terceros llegó masivamente un tiempo después tras ver el éxito en ventas, pero a menudo con ports que presentaban sacrificios notables. Mi temor, y espero equivocarme, es que vivamos un caso similar: un apoyo inicial más fuerte esta vez, pero que, a medida que avance la generación, la brecha de potencia haga que los juegos para Switch 2 vuelvan a ser versiones técnicamente inferiores.
En definitiva, el primer mes de Nintendo Switch 2 me deja un balance de contrastes. Por un lado, tenemos una pieza de hardware sólida, bien construida y que supone una evolución necesaria y bienvenida sobre su predecesora. Por otro, nos encontramos con una estrategia de lanzamiento que peca de complaciente, con un catálogo inicial escaso en verdaderas novedades y una política de precios que genera dudas. El potencial de la consola es innegable, pero su éxito a largo plazo no dependerá solo de sus ventas iniciales, sino de la capacidad de Nintendo para demostrar en los próximos meses que tiene un plan sólido, un flujo constante de software ilusionante y un apoyo de terceros que no la trate como una plataforma de segunda. El camino apenas comienza, y ahora toda la presión recae sobre los juegos que están por venir.

